Recuerdos lindos de una edad donde todo era expectativa y las cosas no se complicaban tanto, fué ver de nuevo a esa niña de doce años con tendencias musicales ya definidas y extrañas como muchos me lo decían, pero yo era feliz.
Época de cambios, época de anécdotas ridículas, época de descubrimientos, de galanes (ji,ji,ji), de novios y enamoramiento, de ese primer beso que mueve la tierra entera, época de esos amigos que extrañas y que extrañarás toda tu vida porque tal vez ya no los veas.
Pero hoy no fué así, este día no fué hoy, este día fueron esos días; mientras lo veía a lo lejos emocionada que fuera él, el primero que me regaló un casette de uno de mis grupos favoritos (el segundo mi mamá) con dudas a acercarme por esa pena-nervio que tontamente me caracteriza y me hace sentir torpe, que afortunadamente hice a un lado después de cuatro cervezas y el convencimiento grupal, me acerqué a saludar, recitando su nombre completo y él, el mío (se acordó ¡me acordé! mejor aún porque esta memoria falla; claro que tres años de estar en el mismo salón no son cualquier cosa).
Culpable de ese flashazo de imagenes y recuerdos, ese amigo que después de la secuandaria no lo ví sino hasta los cinco o seis años después y ahora por tercera vez ahí está.
Sólo ahora espero que no pasen tantos años para volverlo a ver; para agregar otra cosa ridícula a mi expediente no le dí mi celular ni yo apunté el suyo, pero gracias a las peripecias de Laya chan ¡lo tengo!, trataré de no perder su rastro esta vez y ahora cambiarás de Nadea a china.
P.D. No quisiera esperar un alineamiento planetario o algo así.
