Estaba ahí, parada de puntitas para poder asomarse sobre la mesa y verme, tenía tu mirada, tu sonrisa, era la niña más hermosa y feliz.
Sabía que era ella, -ella tú, ella yo- me miraba como si hubiera hecho alguna travesura, no podía dejar de verla, sus manitas tan pequeñas jugándolas en la mesa; desde ese momento la amé.
Ahora no dejaré de hacerlo...
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